Siempre quise grabar en La Habana porque tenía la sensación de que los discos registrados cerca del malecón tenían otro sonido, incluso un sabor más cercano a nuestra esencia cubana. De hecho recuerdo haber hecho algunas pesquisas en los estudios de la EGREM (Empresa cubana de ediciones musicales), en pleno San Miguel entre Lealtad y Campanario, Centro Habana.
Solo hay que ver las imágenes del cineasta alemán Win Wenders para imaginar tal sensación. Allí llegué con mi esposo- productor en 2009, para saber de precios y condiciones de trabajo. Para nuestra sorpresa, en el estudio donde se había grabado Buena vista social club, había goteras aunque los funcionarios aseguraran que estaba recién remozado.
Nunca terminamos de saber cuánto costaba la hora de estudio, porque todo estaría sujeto a la decisión de alguien que decía tener una libretica mágica con teléfonos de los mejores productores y músicos del país. La condición para abrirla era sencilla. Obsequiarle películas uruguayas en DVD, pues las coleccionaba. Al salir, admiré los rostros de Josephine Baker (más bien el lomo), luego el de Benny Moré, y acto seguido a Rita Montaner en grandes carteles; y todos coincidían en que aquel no era lugar para mí, al menos por el momento.
Llegué a la sabia reflexión de que para grabar una demo, -o un disco, hacen falta varias condiciones que aún no había reunido. Saber lo que grabar. Serían boleros, como siempre; y con quién hacerlo. Lo importante era ajustarse a lo que yo quería y podía expresar con mi voz en ese momento.
Alma bohemia. (Ya puedes comprar tu entrada aquí). 5 de Julio 2019. Santiago de Compostela. Sala Germán Copini (SGAE). Rúa das Salvadas, 2.
Entonces tuvo que pasar el tiempo, tanto como diez años, para que yo me tropezara con Rey Montesinos, en la noche frondosa de boleros de la UNEAC, y pergeñáramos una grabación a dúo con los temas que yo iba ensayando con él en el saloncito de su apartamento de la calle J.
Fue emocionante el día en que vi a Montesinos desplegar frente a mi el arreglo que hizo de mi tema con Julio Cortázar, “Blues for Maggie”. De todos los que le mostré, fue el que más le cerró. Después de escuchar las grabaciones previas que había hecho, mas la melodía por mi entonada, se armó con su caballo Sibellius ( el softwear), y corrigió a mano una partitura que iba ejecutando con la guitarra. Sonaba como yo lo había soñado alguna vez: el verbo de Cortázar se elevaba con la propia letra del cronopio, y bailaba.
Le invité a él y su esposa manager (Teresa Taboada) a algún lugar lindo para celebrar, frente a una buena mesa, lo sucedido. Yo hacía tiempo que no frecuentaba restaurantes en La Habana, y sabía que había muchos recién estrenados por doquier. Estábamos finalizando 2018, y el ambiente económico de la isla se notaba en despegue en el comercio privado, como en el turismo, tratándose de nuevos hoteles como el emblemático Packard, donde se grabó por primera vez el bolero Dos gardenias, de Isolina Carrillo.
Aquellos eran mis primeros arreglos sobre papel, y además, los boleros del filin que yo había querido cantar «como Dios manda», «Si me comprendieras», «Dos Gardenias», «Noche cubana»; entre otros; tenían en Montesinos al mejor de todos los acompañantes.
Él lo iba aderezando con anécdotas vividas junto con sus colegas Isolina, César Portillo, José Antonio Méndez, sin descontar a intérpretes que fueron sus amigos y yo idolatraba desde pequeña.
Habana blues, fue el restaurante al que me llevaron. La idea era de la pareja, que ya había asistido y acertó nuevamente. A un costado del Hurón azul de la UNEAC, por la calle H, en una casa típica del Vedado de los años ’20 o ‘30, con dos plantas color azul prusia. En los bajos el establecimiento, y los que aguardaban por su turno merodeaban bajo las aceras arboladas, o hacían tiempo en el parque aledaño de 15 y H.
Ya dentro, para mi sorpresa, los camareros y camareras eran nada menos que los actores jóvenes de las novelas y series de moda, que sigo intachablemente desde youtube. Y lo hacían tan bien como en la gran pantalla. Además, el recuerdo de esa película de Benito Zambrano, «Habana blues», que me encantó y he vuelto a ver .
Y es que yo leí algunos de los primeros borradores de los cortometrajes de Benito Zambrano. Cuando él era un estudiante español en la Escuela internacional de cine y televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), con apenas 28 años, yo trabajaba como encargada de pos producción.
Allí conviví con las «crisis creativas» de aquellos muchachos que eran de mi edad. Quién iba a decir en alguna de aquellas noches de insomnio en San Tranquilino, que una película de ese andaluz tozudo, llegaría a convertirse en el emblema de los jóvenes actores y músicos de las nuevas generaciones cubanas, y además, diera lugar a un restaurante de moda.
Mira el Making off de la película «Habana Blues«.
Entonces era como ver realizada la tesis de la novela “62. Modelo para armar”, de Cortázar, donde los hechos acaecidos por unos personajes redundan literalmente en el acontecer de los otros. Así sucedía con “Blues for Maggie” mi canción, porque Montesinos acompañó a Maggie Prior y ahora arreglaba lo que Don Julio escribió pensando en ella.
Allí estaba como maestra de ceremonias, -o encargada, Tamara Castellanos, entre tantos que actúan en las novelas y seriales cubanos: «La sal del Paraíso», «En fin el mar», «Con ciencia», y seriales como «Uno», «Cuando una mujer» ( que ella protagoniza), y «Tras la huella».
Se escuchaba muy bajito un piano con boleros, el aire acondicionado permitía disfrutar de la nocturnidad a pleno día, y la comida era sencillamente magnífica, como la decoración que lo hacía sentir a uno dentro de una cálida pecera.
Comida de autor sabrosa, sobre todo pescado autóctono en una isla donde suele escasear. Creativa y sin aspavientos. Helado Coopelia más cake al como postre, siempre con chocolate. Y el sueño culminaba en unos selfies con Montesinos, quien es muy popular y siempre que sales con él, alguien lo interpela para hacerse la foto como uno más de la familia.
Esta vez junto con Tamara Castellanos, destacada actriz negra, presentadora del programa de enfoque feminista «Cuando una mujer». Ella conoce a Rey desde jovencita pues ha sido amiga y compañera de estudios de su hijo, el primogénito que es actor y director teatral, vive en Madrid, y se llama como el padre, Reinaldo Montesinos.
Y a los pocos días, cuando hubo turno en el estudio, nos fuimos a grabar al Nelson Estudio.
Yo repetí por mi cuenta, en el magnífico Habana blues y experimenté nuevas y muy buenas sensaciones. Hasta me encontré con Enrique Molina, el veterano y gran actor, comiendo en familia.
Luego quedamos en casa de Rey, y salimos en su coche Polsky azul, que es como un pequeño hurón azul, reminiscencia de la época soviética y que merece una publicación aparte. En él atravesamos el legendario barrio El Vedado, con sus calles de abecedario, y llegamos a una gran mansión que hace esquina, como en las películas de Holywood.
Comenzaba a llover torrencialmente, y al poco de entrar en el Nelson estudio, ya nos esperaba nuestro amigo Estanis Cordero, realizador de programas musicales de las emisoras Radio Metropolitana y Radio Taíno.
Este estudio es muy frecuentado, tal como testimonian las fotografías del recibidor, por figuras relevantes de la escena cubana e internacional como Rosita Fornés, Omara Portuondo, Leo Montesinos, así como directores de cine como Fernando Pérez, quien suele elaborar allí sus bandas sonoras.
Es muy cálido, tiene mucha madera, y la sonrisa de Nelson, el técnico y dueño, hace que la sesión transcurra como un encuentro casual, para quitarle hierro al asunto.
Grabamos cinco canciones, y cada vez que hacíamos una, dábamos una escucha y pasábamos por mi voz el afinador bajo la supervisión de Rey que daba el visto bueno a las propuestas que iba haciendo Nelson, quien es guitarrista también.
Realmente fue un reto para mí. Una cosa es cantar en directo con Rey Montesinos, y otra ver cómo cuando ejecuta para grabar lo hace con tal elocuencia, que si te dejas deslumbrar, te inhibes y no puedes expresarte con naturalidad. Sencillamente corres el riesgo de perder la concentración por creer que no estás a la altura. Para mi fue una clase magistral, me dejé llevar porque ante él siempre ganan la humildad, el compañerismo, incluso el sentido del humor, en lugar del egocentrismo tan al uso.
Así cumplimos el tiempo estipulado (cuatro horas) y salimos de allí con una demo de la que aún estamos satisfechos porque nos sirvió como punto de partida, para enrumbar un trabajo que tendrá continuidad en la gira «Alma Bohemia», a partir del 5 de Julio con un concierto en Santiago de Compostela (España).
Prueba de ello es que tres meses después grabamos en directo un vídeo en el exterior del Museo Hurón azul del pintor Carlos Enriquez (Patrimonio nacional) , con el técnico de sonido Tony Carreras.
En ese predio por donde pasearon notables figuras del arte cubano: Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Félix Pita Rodríguez, entre tantos, al aire libre una mañana soleada, nos colocaron los micrófonos y nos pusimos a cantar.
Esta no es la forma en que se hacen habitualmente los video clips, en los cuales los músicos se doblan a sí mismos. Nos parecía más genuino, como un documental donde se escuchan junto con nuestro sonido natural, el de las aves y frondas del lugar, las mismas que inspiraron en su estudio parraguense, al escritor y pintor de «El rapto de las mulatas».
Entradas para el concierto «Alma bohemia».